La Hermandad de las Flores

A todos los corazones que laten en unidad perfecta con la creación infinita...
Para todas las Mujeres de Milagros que nos unimos en una Hermandad de sabiduría para despertar a la Mente Pura a través de la inteligencia innata del corazón!
Bienvenidas y bienvenidos!!!



El jardín encantado

El jardín encantado
Este es un espacio para difundir los principios espirituales y filosoficos de Edwuard Bach y de Un Curso de Milagros. También por este medio es mi intención compartir la nueva medicina que despierta a la Mente Pura en el espacio sagrado de tu corazón:Milagros El Sendero de la Belleza.

domingo, 3 de abril de 2011

Relaciones Especiales.Un Curso de Milagros

 Leda y el Cisne

Por Allen Watson, publicado en www.circleofa.org

En su mensaje Un Curso de Milagros® marca a las relaciones como algo muy importante.  Es más, podríamos incluso decir que el Curso es un curso sobre cómo tener relaciones verdaderas.  El Curso en sí era la respuesta a la búsqueda iniciada por Helen Schucman y Bill Thetford de «una mejor manera» de relacionarse.  El Curso se propone sacarnos de la ilusión de la separación y ponernos en la realidad de la unicidad. Con ese énfasis en el área de las relaciones, en que dos o más personas aprenden a funcionar juntos (y no aislados), es un lugar perfectamente natural para que el Curso lo elija como su aula magna.
En este artículo, vamos a echarle un vistazo a la importancia de las relaciones en el universo del Curso, y porqué se consideran tan importantes. Primero miraremos algunas cosas que dice el Curso acerca de las relaciones en general, y luego veremos el significado de cierta clase de relaciones que el Curso llama «una relación santa».
Cuando hablo de relaciones en general, quiero decir una situación en la vida que involucre a más de una persona (uno mismo).  La frase se refiere no sólo a las relaciones románticas, sino a la relación con nuestros padres, hijos y hermanos, relaciones entre jefes y empleados, maestros y alumnos (no importa la materia), o entre nosotros y alguien con quien interactuamos, desde médicos a policías, incluso al que nos encontremos en la calle, cualquiera con quien nos vemos involucrados por las circunstancias de la vida.  Ellos incluyen no sólo las relaciones con la gente que queremos o apreciamos particularmente, sino también a aquella que nos disgusta especialmente, que juzgamos o incluso odiamos.
¿Por qué las relaciones en general son tan importantes para el Curso? El Curso dice que nos encontraremos o nos perderemos en cualquiera con quien nos relacionemos:
Cuando te relacionas con alguien, recuerda que se trata de un encuentro santo.  Tal como lo consideres a él, así te considerarás a ti mismo.  Tal como lo trates, así te tratarás a ti mismo.  Tal como pienses de él, así pensarás de ti mismo.  Nunca te olvides de esto, pues en tus semejantes, o bien te encuentras a ti mismo o bien te pierdes a ti mismo.
T-8.III.4:1-5:
 «En él [tu hermano] te encontrarás o te perderás».  Este principio básico se aplica a todas las relaciones, casuales o intensas, de corto o largo plazo, aunque nuestro enfoque normal y el del Curso, está en nuestras relaciones primarias, porque en estas relaciones más intensas se puede ver el principio más claramente y aplicarlo.
¿Qué significa que en nuestro hermano, o hermana, nos encontraremos o nos perderemos?
Nuestras relaciones pueden ser el aula más productiva para el crecimiento espiritual.  Lo que dice el Curso tan claramente en esta sección (Capítulo 8, Sección III) es que todos se están buscando a sí mismos, o más exactamente, cada uno de nosotros busca a su Ser, en última instancia.
¿Por qué es que no podemos encontrar nuestro Ser por nosotros mismos?  «... porque tú no eres un ente separado» (T-8.III.5:7).  Tu verdadero Ser no está «únicamente en ti».  Tu verdadero Ser no es un ser pequeño, aislado, aparte de billones de otros seres y en competencia con el universo. Tu verdadero Ser es un Ser compartido. Es algo que compartes con todos y con todo. No puedes ver eso si sólo te estás mirando a ti mismo.  No puedes ver el océano mediante el examen de una gota de agua con un microscopio.
Cada persona que encuentras te da otra oportunidad de mirar más allá de la apariencia de dos seres separados y de encontrar al Ser común que ambos comparten.
Eso, en cierto sentido, es la diferencia entre una relación no santa y una santa.  En la relación no santa, tienes dos seres separados compitiendo con, o regateando el uno con el otro en el logro de la ventaja personal -con suerte ventaja para ambos-, pero igualmente la ventaja separada de dos personas. En una relación santa, tienes a dos individuos que están buscando mirar más allá de su separación para descubrir su unidad fundamental.
Cada uno de nosotros es un pequeño fragmento del Todo que piensa que es un todo separado.  Nos hemos vuelto incapaces de ver la imagen más amplia. Hemos escondido nuestra magnificencia de nosotros mismos, y pensamos que hemos perdido nuestro poder y gloria, de modo que eso es lo que estamos buscando. Pero al buscarlo únicamente en nosotros, al examinar esa pequeña gota de agua con un microscopio, jamás lo encontraremos.
Cada hermano y hermana que encontremos sirve como un espejo.  El ego usa el mecanismo de proyección para descartar lo que no queremos ver acerca de nosotros mismos, tanto las cosas positivas como las negativas. Lo que vemos en nuestros hermanos y hermanas nos muestra creencias acerca de nosotros que hemos barrido de la mente, a fin de no tener conciencia de ellos.  El Espíritu Santo quiere usar cada relación para revelarnos estas cosas escondidas.  Lo que veo en mi hermano es algo que escondí de mí mismo, un pensamiento de mí que tiré y proyecté afuera en el mundo.
Al mirar a mi hermano y entender que lo que veo en él, lo que percibo, es sólo la proyección de un pensamiento acerca de mí mismo, puedo aprender acerca de mí.  Si sólo me miro a mí mismo, no lo veré, porque una parte de mi mente (la parte que el Curso llama ego) excluyó deliberadamente de mi imagen de mí mismo esa parte del conjunto. «Sólo mi ser» es apenas una cáscara; el grueso de mis pensamientos acerca de mí mismo sólo pueden verse afuera, en mis hermanos y hermanas. Estos pueden ser pensamientos negativos acerca de mí mismo, odio hacia mí mismo, culpa y así sucesivamente; o puede ser que sean la hermosa Verdad acerca de mi verdadero Ser. Si he de encontrarme, debo comenzar mi búsqueda mirando a mis hermanos y hermanas, y reconociendo en lo que veo en ellos a los pensamientos acerca de mí que he tratado de no conocer.
Entonces comienzo mirando mis relaciones. ¿Cómo veo a mi hermano o hermana? ¿Cómo los trato? ¿Qué es lo que pienso de ellos? Necesito mirar esto muy honestamente; es a menudo un proceso penoso, especialmente cuando comienzo a reconocer lo vengativa que puede ser mi mente, lo perversa, lo enjuiciadora.
Y luego hace falta que me pregunte, «¿Es así como quiero verme? ¿Así es como quiero tratarme?  ¿Así es como quiero pensar de mí mismo?»  ¡Porque eso es lo que estoy haciendo! Por ejemplo, si estoy pensando en otra persona y me niego a soltar un resentimiento contra ella, si me niego a verla capaz de ser amada, capaz de cambiar, digno de mi respeto y amor, así es como pienso de mí mismo. Lo que percibo que está ahí afuera, en otra persona, es sólo una proyección de mis propios pensamientos acerca de mí mismo.
Tal vez digas que no eres consciente de estos pensamientos perversos acerca de ti mismo.  ¡Por supuesto que no!  De eso se trata. Tales pensamientos auto-destructivos son sumamente penosos, y esa precisamente, es la razón por la que tu mente las ha negado y proyectado hacia afuera en el mundo.
El Espíritu Santo quiere usar tus relaciones para que una vez más estés consciente de estos pensamientos de odio a ti mismo que están en tu mente. El ego no es nada más que este mecanismo de odio de sí mismo y auto-destrucción.
Para lograr el objetivo del plan de estudios, por lo tanto, no debes escuchar al ego, cuyo propósito es derrotar su propio objetivo. (T-8.III.6.2)
Al igual que el Espíritu Santo, el ego propone enseñarnos lo que somos (T-8.III.5.1), pero trata de enseñarnos que estamos separados, lo cual no es verdad.  Por lo tanto, su verdadero propósito es evitar que sepamos lo que realmente somos.  La meta de su enseñanza (conocimiento de uno mismo) y su propósito fundamental (autonomía) están en conflicto, aunque no lo sabe y no es consciente de ello.
«El ego no sabe esto porque no sabe nada.  Pero tú puedes aprenderlo, y lo aprenderás si estás dispuesto a examinar lo que el ego quiere hacer de ti.  Ésta es tu responsabilidad». (T-8.III.6.3-5)
¿Cómo «examinas lo que el ego quiere hacer de ti»? Miras lo que haces de tu hermano y hermana, porque ese es el reflejo de tus pensamientos acerca de ti mismo.  Examinas la forma en que los ves, cómo los tratas, cómo piensas de ellos, y te preguntas, «¿Así es como quiero tratarme?»
Si realmente lo miras honestamente, la respuesta tendrá que ser, «¡No!  No quiero verme como una persona culpable, miserable que no es digna de amor y respeto.»
«Esta es tu responsabilidad porque una vez que hayas examinado esto, aceptarás la Expiación para ti mismo. ¿Qué otra elección podrías llevar a cabo?». (T-8.III.6.5-6)
«¿Qué otra elección podrías llevar a cabo?» ¡Una vez que realmente entiendes que tu actitud y acciones hacia tus hermanos, la forma en que te conduces en relación con otros, es sólo un reflejo de cómo ya te estás tratando, elegirás obrar de otro modo!  Enrostrado con la clara evidencia de tus propios pensamientos auto-destructivos, inevitablemente elegirás ser suave contigo mismo. Te dirás, «Es demente pensar en mí de esta forma.»  Y cuando ese cambio empiece a ocurrir, la forma en que trates a tus hermanos cambiará también.  Ese es el proceso que el Curso llama perdón. 
«Sólo puedes encontrarte con parte de ti mismo porque eres parte de Dios, Quien lo es todo». (T-8.III.7:1)
Cuando te encuentres comenzando a juzgar a un hermano o hermana, recordarás que todo lo que estás percibiendo es una parte de ti mismo que has proyectado para afuera y que ahora estás atacando, como si estuviera separado de ti. No está separado; todavía es una parte de ti, y tú estás atacándote a ti mismo. Cuando reconozcas eso, te detienes, porque continuar es demente.  El perdonarse a uno mismo y perdonar a otros ocurre en el mismo instante, porque es la misma cosa.
Este es el principio subyacente que gobierna todo lo que el Curso dice acerca de las relaciones especiales. Aquellos a los que tú percibes como objetos especiales de odio o de amor, son las personas de los cuales más puedes aprender, observando tu relación con ellos y entendiendo que lo que estás percibiendo es una parte de ti mismo. Tus reacciones a estas personas son tus reacciones a ti mismo, proyectadas para afuera. Considerado así, las relaciones son el aula más grande en el que puedas encontrar a tu verdadero Ser.
Una segunda razón por la que nos encontramos o perdemos en nuestros hermanos es que nuestro Ser, o lo que somos, en realidad es idéntico con nuestra función, o para qué somos. A menudo describimos lo que algo es por lo que hace. Un martillo, por ejemplo, tiene la función de clavar clavos, y por lo tanto una definición de la palabra martillo podría ser, «una herramienta para clavar clavos en madera u otra materia dura.»
¿Qué es un ser humano, en ese sentido?  ¿Cuál es nuestra función?  El Curso dice:
«Dar de ti mismo es la función que Él te encomendó. Llevarla a cabo perfectamente te permitirá recordar lo que tienes de Él, y así recordarás también lo que eres en Él.» (T-8.III.8:4-5)
Nuestro verdadero poder y gloria es que estamos creados a imagen de Dios.  Al igual que Dios, somos puro Amor. La función del Amor es dar de sí mismo.  Al dar de sí mismo, el Amor desarrolla su pleno potencial. Al igual que Dios, estamos creados para dar de nosotros mismos.  Es al dar de nosotros mismos a nuestros hermanos que recordamos nuestro verdadero poder y gloria, nuestra naturaleza; y al recordar eso, recordaremos lo que somos: Amor, el Hijo propio de Dios Mismo, la extensión propia de Dios Mismo.
En relación con otras personas, tenemos la oportunidad de dar de nosotros mismos. Tenemos la habilidad de extender amor a otras personas, de mirar más allá de lo que ellos han hecho de sí mismos (creaciones falsas del ego) y ver la gloria y el poder de Dios en esa otra gente. Al ver esto en los demás, de hecho, estamos recordando nuestro Ser. Al ver la gloria de Dios en los demás, estamos siendo el Ser que Él nos creó para ser.
No puedes llevar a cabo tu función como Amor, tu función de dar de ti mismo, si te consideras como tú sólo. Debes estar en relación con otra persona a fin de cumplir tu función.  (Subrayo que no estoy diciendo que tienes que tener cierta clase de relación especial a fin de ser Amor; esto se aplica a cada relación que tenemos. Puedes cumplir con tu función de amor con sólo sonreírle al cartero o recordar a un pariente fallecido con amor).  El Amor debe ir más allá de los límites de mi ser individual, como yo lo percibo, y extenderlo a los demás.
Lo que eres, tu verdadero Ser, es Amor.
El Amor es una clase de relación
Por lo tanto lo que eres es una relación. No puedes encontrar tu verdadero Ser fuera de las relaciones, porque Amor es lo que eres.  De modo que nuevamente, es en la relación con otras personas que yo encuentro a mi Ser, porque mi Ser es Amor.
Si yo les niego amor a los demás, estoy perdiendo a mi Ser. Si extiendo amor a los demás, estoy encontrando a mi Ser.
Resumiendo entonces, hay dos principios básicos que se presentan en esta sección (T.8.III) que gobiernan todas nuestras relaciones, y que son las razones por las que el Curso pone tanto énfasis en las relaciones:
1.    Mi hermano es realmente parte de mí mismo.  La forma en que veo, trato y pienso de mi hermano, me demuestra cómo me veo, trato y pienso de mí mismo. Al contemplar esto, puedo corregir cualquier error que esté cometiendo acerca de mí mismo.
2.    Mi función es dar de mí mismo; por lo tanto, es en las relaciones que yo puedo aprender a practicar mi verdadera función como Amor que soy.
Otra manera de afirmar la importancia de las relaciones en estos dos principios es:
1.   En las relaciones yo puedo ver las visiones erróneas que tengo de mí mismo y soltarlas.
2.    En las relaciones yo puedo extender la verdadera visión que el Espíritu Santo tiene de mí, y puedo conocer mi Ser siendo mi Ser.
En las relaciones yo puedo soltar lo negativo y experimentar lo positivo. Es por eso que el Curso dice que las relaciones son un aula de aprendizaje tan productiva. Usadas por el ego, nuestras relaciones se pueden convertir en su mayor arma para mantenernos lejos del Cielo; usadas por el Espíritu Santo, pueden convertirse en el medio más poderoso para traernos a casa.
No obstante lo importante que son las relaciones en general, es mucho mayor la importancia de la relación santa, como la llama el Curso. Las relaciones santas son un tema central del Curso.  Dedica seis capítulos enteros del Texto (17 a 22) al tema de las relaciones santas (seis de treinta y un capítulos, alrededor del 20% de ese volumen). El Curso nos dice, «En este mundo, el Hijo de Dios se acerca al máximo a sí mismo en una relación santa» (T-20.V.1:1).  Nos dice que una relación santa nos ofrece «la más santa función que este mundo puede ofrecer» (T-18.I.13:1-3). Dice que la relación santa es «la fuente de tu salvación» (T-20.VIII.6:9).
¿Qué es una relación santa, y por qué es tan importante?
Los estudiantes del Curso están en desacuerdo acerca de si una relación se vuelve santa cuando una de las partes le da el cuidado de la relación al Espíritu Santo, o si depende de que ambas partes elijan entregarla. No es el propósito de este artículo entrar en una controversia acerca de la definición de la relación santa; el propósito es demostrar la importancia que el Curso le da a las relaciones en general y a cierta clase de relación en particular. Sin embargo, dado que estoy haciendo ciertas suposiciones acerca de lo que significa una «relación santa», detallaré brevemente mis pensamientos sobre este tema y sus razones.
Yo creo que todos estarían de acuerdo en que hay algunas relaciones en que una persona está entregando la relación al Espíritu Santo para Sus propósitos (llamémoslas relaciones mixtas), y otras relaciones en que ambas partes lo hacen (llamémoslas relaciones mutuas). También creo que todos estarán de acuerdo en que las relaciones mutuas son relaciones santas. La controversia surge respecto a si el término «relación santa» incluye a las relaciones mutuas y a las mixtas.
Ahora permítanme detallar brevemente mis propias opiniones, que son libres de refutar. Mi propio entendimiento es que una relación santa requiere de dos personas que mutuamente estén de acuerdo en un propósito común. Robert Perry y yo pensamos que la relación santa que menciona el Curso, siempre se refiere a por lo menos dos personas cuyas mentes se han unido, y esa es la definición del término que estaré usando en este artículo.  En la parte final, he incluido las citas más claras respecto de la mutualidad de la relación santa. Es más, siento que la «cualidad par» de la relación santa, es lo que convierte a la relación en santa. La santidad descansa en la unión de dos mentes, que buscan la unicidad más allá de su separación.
Robert Perry, en su glosario, define a la «relación santa» como sigue:
«Una relación en que dos o más personas se han unido verdaderamente en un objetivo común, por lo menos por un instante. En este instante, el Espíritu Santo entra en la relación y la sana en un profundo nivel inconsciente. Esta sanación de profundo nivel luego se abre camino despacio hacia la superficie, invalidando los patrones del ego que todavía puedan dominar gran parte de la interacción consciente. A medida que la relación santa madura, las personas involucradas experimentarán una sensación incrementada de unidad, que les probará más efectivamente que nada, que no son egos separados. Y juntos ejercerán su función especial conjunta de dar sanación al mundo».
Habiendo dicho que, en mi opinión, una relación santa involucra por lo menos a dos personas, me apresuro a recordarles nuevamente que el Curso definitivamente reconoce un tipo de relación en que sólo una de las partes ha invitado al Espíritu Santo a que entre en la relación (lo que estamos llamando relación mixta). De hecho, si somos seguidores serios de un camino espiritual, la mayoría de nuestras relaciones son de ese tipo. Hay abundante material en el Curso que aconseja cómo proceder en tales relaciones, aceptando la Expiación para nosotros y extendiéndonos en la sanación, viendo la conducta del ego del otro como un pedido de amor, y así sucesivamente.
Lo que estoy aseverando en lo que resta de este artículo, es que una relación mutua tiene importancia aún mayor que la relación mixta. Por lo menos a mí me parece evidente que una relación, en que dos personas han entregado juntas su relación al Espíritu Santo para Sus propósitos, tiene mucho más potencial para la enseñanza y extensión del Amor de Dios al mundo que una relación en que sólo una persona la entregó. Y, según yo lo entiendo, el término «relación santa» es sinónimo de lo que he llamado la relación «mutua».  Por lo tanto, yo creo que las diversas descripciones elogiosas y promesas que da el Texto respecto de la relación santa, sólo se aplican a las relaciones mutuas, y no a las mixtas.  Así es como yo lo entiendo, y como lo voy a presentar. Si  eligen creer que el término «relación santa» incluye relaciones mixtas, y que las promesas también son aplicables a esa clase de relación unilateral, están en libertad de hacerlo.
Además, agregaría que, según el Curso, «... el destino de toda relación es hacerse santa» (M-3.4:6). Cada relación es una relación santa en potencia, pero no es santa en el sentido al que me refiero aquí (que creo que es como el Curso usa el término), hasta que las dos mentes separadas se unan para compartir una sola idea y un solo propósito. «Cuando dos mentes se unen y comparten una idea por igual, se establece el primer eslabón de la conciencia de que la Filiación es una» (T-16.II.4:3). Si estamos en una relación con alguien que se relacione enteramente desde un nivel del ego, lo único que podemos hacer es continuar aceptando la Expiación para nosotros y practicar el perdón. Debido a que las mentes están unidas (se reconozca o no esa unión), lo que hago en mi mente afectará a la otra persona. Tal vez se unan a mí en una relación santa; tal vez no.  En cualquier caso, mi responsabilidad por mis propios pensamientos sigue igual.
Lo que hace que la relación santa sea tan importante es que en el contexto de una relación santa comenzamos a emerger de la separación para ir hacia la unicidad. En la cita del párrafo anterior, la unión de dos mentes para compartir una idea se llama «el primer eslabón de la conciencia de que la Filiación es una».  Este momento de unión, cuando dos mentes primero comienzan a reconocer su unicidad, es un evento increíblemente importante en el tiempo.
Si la separación es el único problema, como dice el Curso («El problema de la separación, que es en realidad el único problema que hay, ya se ha resuelto”, L-pI.79.1:4), entonces la respuesta debe ser el fin de esa separación, o lo que es lo mismo, la unión. En una relación santa, primero nos unimos a una persona. Es esa unión, ese surgimiento desde la separación hacia la unicidad, que le da a la relación santa su gran importancia:
¿Qué debe hacer el maestro para asegurar el aprendizaje?  ¿Qué debe hacer el terapeuta para que se logre la sanación? Sólo una cosa: el mismo requisito que la salvación les pide a todos.  Cada uno debe compartir una meta con alguien más, y al hacerlo, perder toda sensación de intereses separados. Sólo al hacer esto es posible trascender los estrechos límites que el ego le impondría al ser. Sólo al hacer esto podrá el maestro y el alumno, el terapeuta y el paciente, tu y yo, aceptar la Expiación y aprender a darlo tal como se recibió (Psicoterapia, p.6).
¿Qué es ese «Sólo una cosa» que todos debemos hacer para lograr la sanación, o para asegurar el aprendizaje? ¿Qué es esa única cosa que la salvación pide de todos nosotros?  Notaremos que no está hablando de «Una cosa realmente importante», ni siquiera de «Lo más importante que tenemos que hacer»: está hablando de «la única cosa» que tenemos que hacer.  No es sólo que la relación santa es el paso más importante que tomaremos hacia la salvación, ¡es el único paso que necesitamos tomar para asegurar la salvación! ¿Y cuál es ese paso?
«Cada uno debe compartir una meta con alguien más, y al hacerlo, perder toda sensación de intereses separados».
¿Por qué digo que esto se refiere a la relación santa? La referencia no está incluida en este párrafo, pero las claves son evidentes. Esta sección del suplemento de Psicoterapia, está hablando de las relaciones que son «el templo del Espíritu Santo», una frase que está conectada con la relación santa en el Texto, Capítulo 20, Sección VI. Habla de una relación en la que ha entrado Dios, otra cosa que la identifica como una relación santa. En el Manual para el Maestro, la relación maestro-alumno es un ejemplo específico de una relación santa. Allí se señala a esta clase de unión con un propósito común, como la cosa que hace que la relación sea santa: 
«Siempre que dos hermanos se juntan con el propósito de aprender, el Maestro de Dios les habla. La relación es santa debido a ese propósito, y Dios ha prometido enviar Su Espíritu a toda relación santa». (M-2.5:3-4).
De modo que compartir un objetivo con otra persona es lo que hace que esa relación sea santa.  Y esto es lo único que necesitamos hacer para llevar a cabo la sanación y unirnos en el plan de Dios para la salvación. En otras palabras, entrar a una relación santa es lo único que Dios nos pide para nuestra salvación.
«Al hacerlo», dice, es decir, al verdaderamente compartir un objetivo con otra persona, y así entrar en una relación santa con ella, «perdemos toda sensación de intereses separados». Ahí está. Por eso la relación santa es tan importante y tan crucial, porque en la relación santa perdemos toda sensación de intereses separados. El mismo criterio se da para lo que hace que una persona sea un maestro de Dios, en Capitulo 1 del Manual:
«Un maestro de Dios es todo aquel que decide serlo. Sus atributos consisten únicamente en esto: de alguna manera y en algún lugar ha elegido deliberadamente no ver sus propios intereses como algo aparte de los intereses de los demás. Una vez que ha hecho esto, su camino ha quedado establecido y su dirección es segura. Una luz ha entrado en las tinieblas.  Tal vez sea una sola luz, pero con una vasta. El maestro de Dios ha hecho un compromiso con Dios aunque todavía no crea en Él. Se ha convertido en un portador de salvación. Se ha convertido en un maestro de Dios» (M-1.1:1-8).
Como dije antes, si la separación es el único problema, entonces la pérdida de toda sensación de intereses separados junto con otra persona, es el inicio de la respuesta. La pérdida de intereses separados es la característica que define a una relación santa. O, para mirar la otra cara de la moneda, la unión para lograr un objetivo común es lo que hace que la relación sea santa; esa es su santidad.
Tenemos varios ejemplos en el material del Curso de lo que esta unión significa, o cómo es su apariencia. Con Helen y Bill, era aceptar el propósito común de encontrar una manera mejor de entablar las relaciones. Con el maestro y el alumno, es unirse con el propósito de aprender Un Curso de Milagros®. Con el terapeuta y el paciente, el objetivo común es encontrar la sanación, o liberarse de la culpa. Nota que ninguno de estos tres ejemplos incluye una relación romántica. Creo que en nuestra interpretación en común de la «relación santa», la hemos identificado falsamente con la relación romántica. Puede ser una relación romántica, por supuesto, pero esa es sólo una clase de «relación especial», y por lo tanto, sólo una clase de relación santa. Podemos tener una relación santa con nuestros amigos, con los miembros de nuestra familia, con nuestro vecino de al lado o con nuestros compañeros de trabajo.
Deseo subrayar nuevamente que esto es una unión mutua. Dice que «cada uno» debe compartir un objetivo común. No hace falta que el objetivo sea abiertamente espiritual.  El objetivo de Helen y Bill no parecía espiritual al principio, no para ellos.  Es posible que un terapeuta y su paciente ni siquiera crean en Dios cuando se unan con un propósito común.  Pero esa unión, no obstante, es una invitación abierta al Espíritu Santo para que esté presente en su relación. El Curso nos dice que tal vez no nos demos cuenta de lo que estamos aceptando cuando nos embarcamos en nuestra relación santa (T-18.III.4:11). El factor clave es que los dos hacen una elección deliberada, juntos, en la que no ven que sus intereses estén separados.
El punto que quiero subrayar aquí está, en realidad, en la segunda frase de esa cita del suplemento de Psicoterapia. Dice, «Sólo al hacer esto es posible trascender los estrechos límites que el ego impondría sobre el ser». Es decir, la única manera en que trascendemos los límites de nuestros egos individuales, es a través de la unión con otra persona en una relación santa. Es exactamente por eso que la relación santa es tan importante  en el sistema de pensamiento del Curso. ¡No puedes trascender tu ego solo! ¡El estar «solo» es la suma total de tu problema! ¿Cómo puedes aprender que tu ser no está limitado a los estrechos confines de tu propio ego si no te unes a otra persona, a fin de encontrar con ella que compartes el mismo Ser? Debes ver que la otra persona eres tú mismo. Sólo al compartir un objetivo con otra persona y perder tu sensación de tener intereses separados, puedes comenzar a emerger de tu separación y entrar en la unidad.
Si pensamos en esto con simple lógica, es obvio que sencillamente no hay otra manera de trascender nuestros egos y poner fin a nuestra condición separada.
La relación santa es un anticipo del Cielo.  El Cielo, dice el Curso, es la conciencia de unidad absoluta. En una relación santa, dos personas experimentan y manifiestan esa unidad aquí, en el sueño.
«En este mundo, el Hijo de Dios se acerca al máximo a sí mismo en una relación santa. Ahí comienza a encontrar la confianza que su Padre tiene en él. Y ahí encuentra su función de restituir las leyes de su Padre a lo que no está operando bajo ellas y de encontrar lo que se había perdido. Sólo en el tiempo se puede perder algo, pero nunca para siempre. Así pues, las partes separadas del Hijo de Dios se unen gradualmente en el tiempo, y con cada unión, el final del tiempo se aproxima aún más. Cada milagro de unión es un poderoso heraldo de la eternidad (T-20.V.1:1-6).
Es en la relación santa que encontramos nuestro Ser. En la relación santa volvemos a descubrir la certeza que tiene Dios en nosotros. En la relación santa encontramos nuestra función. Cada «unión» o cada relación santa, acerca el fin del tiempo. «Cada vez que nos unimos a un hermano con propósito santo, es un poderoso heraldo de eternidad».  Un «heraldo» es un precursor, como Juan el Bautista que iba delante de Jesús, anunciando su venida. La relación santa es un heraldo también; anuncia o prefigura cómo van a ser la eternidad y el Cielo. Podríamos decir que las relaciones santas son los heraldos anunciando el Segundo Advenimiento de Cristo.
En la sección del Libro de Ejercicios que discute el Segundo Advenimiento, se señala que el Segundo Advenimiento es el reconocimiento final de la unidad:
«La luz del perdón ilumina el camino del Segundo Advenimiento, porque refulge sobre todas las cosas a la vez y cual una sola. Y así, por fin, se reconoce la unidad». (L-pII.9.2:3-4)
«En esta igualdad se reinstaura a Cristo como una sola Identidad, en la Cual los Hijos de Dios reconocen que todos ellos son uno solo. Y Dios el Padre le sonríe a Su Hijo, Su única creación y Su única dicha». (L-pII.9.4:3-4)
En la relación santa, y en la unión que tal relación representa, hay una expresión de unidad, un precursor o anticipo o heraldo de unidad, que anuncia lo que es esa unidad y qué apariencia tiene.  Es «el primer eslabón de la conciencia de que la Filiación es una» (T-16.II.4:3). La relación santa está anunciando el Segundo Advenimiento de Cristo, al igual que Juan Bautista anunció la venida de Jesús al mundo.
“Cada heraldo de la eternidad anuncia el fin del pecado y del miedo. Cada uno de ellos habla en el tiempo de lo que se encuentra mucho más allá de éste. Dos voces que se alzan juntas hacen un llamamiento al corazón de todos para que se hagan de un solo latir. Y en ese latir se proclama la unidad del amor y se le da la bienvenida». (T-20.V.2:1-4)
De modo que la relación santa es importante porque proclama el advenimiento de la unión final de toda cosa viviente en Cristo. Aquí es donde comenzamos a encontrar nuestra Identidad. En una relación santa nos acercamos más a nuestro Ser. Y nuestras dos voces juntas se alzan para llamar a todos alrededor de nosotros a que permitan que sus corazones se hagan de un solo latir, como nuestros corazones.
La relación santa es un solo latido que proclama la unidad del amor. Es esta verdadera unidad de los dos corazones que laten cual uno, lo que constituye su santidad; esto es lo que lo hace un heraldo de cosas por venir, hablando en el tiempo de cosas que yacen más allá del tiempo.
«¡Piensa en lo que una relación santa te podría enseñar! En ella desaparece la creencia en diferencias. En ella la fe en diferencias se convierte en fe en la igualdad. Y en ella la percepción de diferencias se transforma en visión». (T-22.IN.4:1-4)
Hemos visto lo importante que es una relación santa, y eso es un tema central de todo el Curso. Nuestras relaciones son nuestra salvación, y no podemos encontrar a Dios por nuestra cuenta. Entonces, la pregunta parece formarse naturalmente en la mente:
¿Cómo encuentro a alguien que quiera tener una relación santa conmigo?
El Curso parece enseñar que comenzamos por un período de preparación, alistándonos para las relaciones santas, y que cuando estemos listos, encontraremos inevitablemente a esos compañeros en la relación santa. Por lo tanto, en realidad no tenemos que hacer nada para encontrar al socio correcto, sólo nos tenemos que preparar.
Robert, en un artículo sobre cómo se encuentran un maestro y un alumno, claramente presenta el hecho de que los alumnos comienzan a buscar a su maestro cuando el maestro está listo para aprender. Los mismos principios que se aplican a esta forma de relación santa en particular, se aplican a todas las relaciones. Inevitablemente encontraremos a los compañeros apropiados para nuestra relación santa en cuanto estemos listos para aprender de la relación santa. ¡Antes de ese momento probablemente ni siquiera los reconoceríamos si se nos cruzaran!
¿Tendríamos que estar buscando a nuestro socio en la relación santa? Bueno, el Manual dice que cuando el maestro está listo, los alumnos comienzan a buscarlo, así que aparentemente buscar es parte del proceso. Yo creo, sin embargo, que «buscar» no es el tipo de búsqueda que pensamos generalmente. Lo convertimos en una cosa especial; estamos buscando a ese ser especial. ¡Creo que debiéramos estar buscando compañeros en la relación especial todo el tiempo, en todos aquellos con los que nos cruzamos! Si cada relación está destinada a volverse santa, debiéramos mirar a cada uno como un compañero para la relación santa. Una relación santa puede durar unos pocos segundos o toda la vida; de modo que en todos los que nos cruzamos hay un candidato.
En el Capítulo 3 del Manual, leemos:
«No hay nadie de quien un maestro de Dios no pueda aprender, de manera que no hay nadie a quien él no pueda enseñar. Desde un punto de vista práctico, no obstante, es imposible que pueda llegar a conocer a todo el mundo, o que todo el mundo lo pueda encontrar a él.  Por lo tanto, el plan dispone que cada maestro de Dios establezca contactos muy específicos. En la salvación no hay coincidencias. Los que tienen que conocerse se conocerán, ya que juntos tienen el potencial para desarrollar una relación santa. Están listos el uno para el otro». (M-3.1:3-8)
En este mundo, dentro del tiempo, no podemos conocer a todos, de modo que se establecen «contactos muy específicos» para cada uno de nosotros. Hay un plan. Hay ciertas personas con quienes podemos desarrollar relaciones santas; y no hay accidentes. La frase clave, que pienso nos puede tranquilizar si estamos preocupados por cómo vamos a conocer al compañero apropiado para una relación santa, es ésta: «Los que tienen que conocerse se conocerán».  No hace falta preocuparse por ello: es un convenio ya pactado.
Nuevamente notemos que aquellos que se encuentran, se encuentran porque están listos el uno para el otro. Esto no significa que ya sean individuos maduros, completos. Tienen el potencial para una relación santa. Aunque sucede mucho cuando primero se hace esa elección inicial, esa unión de mentes, también hay que trabajar mucho, frecuentemente toda la vida (o varias vidas). Lo que es potencial, debe llegar a madurar para que la relación cumpla su función plenamente.
En conclusión, pienso que es importante que nos demos cuenta que Un Curso de Milagros® no es un camino solitario. De hecho, es la antítesis misma de un camino solitario. No podemos completar el programa del Curso por nuestra cuenta. Podemos aprender de todas nuestras relaciones, y la intención es que aprendamos. Podemos aprender y servir de la manera más completa dentro del contexto de una relación santa, que se vuelve una luz para el mundo. Ese es el potencial de cada relación. Y por lo tanto, vuelvo a la cita con que comenzó este artículo:T-8.III.4:1-5)